La Visión Jibaricua
Por Raúl E. López Vergé
Un Plan Biblico Para el Desarrollo de Puerto Rico
"Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma." -- 2 Tes. 3:10
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El Sermón del Monte y la Pena Capital
Copyright 2012 por Raul E. Lopez, MD, MDiv


Hay varios pasajes Bíblicos que los usan aquellos que se oponen a la pena de muerte para justificar su posición. Primero, están los pasajes que algunos mal interpretan como negando que la ley del antiguo testamento se aplica en el presente. Estos pasajes ya se discutieron. Hay otros dos pasajes en el Nuevo Testamento que se usan en una forma superficial e incorrecta para oponerse a la pena de muerte. Uno de estos es el mandato en el Sermón del Monte de dar la otra mejilla. Jesús dijo (Mateo): "Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra;" (Mateo 5:39).

Fíjense que este ejemplo que usa Jesús no envuelve ningún tipo de daño corporal permanente. El Señor no dice que si vienen a sacarte un ojo que le des también el otro. El usa el ejemplo de un golpe a la mejilla. Esto es un insulto que duele, pero que no tiene mayores consecuencias. Lo que Jesús quiere enseñar en este pasaje es que la ley penal tiene sus límites. No todo agravio debe ser litigado. Si el mesero en un restaurante le deja caer salsa de espagueti en su gabán de mil dólares, acepte la comida gratis y no vaya a demandar al pobre mesero por los mil dólares más daños emocionales.

Esta barrera entre la ley penal y la ley moral se llama misericordia. Se basa en la idea que todos somos pecadores falibles y todos cometemos errores sea por descuido o sea por accidente o hasta por intención. Hay un punto donde el mejor rumbo es dejar que Dios y las leyes que El ha puesto en nuestra naturaleza social tomen venganza por nosotros. Si ese mesero sigue dejando caer comida eventualmente lo van a botar y sufrirá las consecuencias de su descuido o falta de habilidad. Esta misericordia es como un aceite que lubrica la maquinaria de la sociedad. A esto se refiere mucha de las enseñanzas del sermón del monte. Cuando Jesucristo dijo que diéramos la otra mejilla está refiriéndose a un insulto. Eso no quiere decir que si vienen a asaltarme de noche en la casa que debo dejar que me maten a mí a mi esposa y a mis hijos sin darle a los pillos una buena pelea.

Esto quizás parece una interpretación débil, y que Jesús no se enfocaría en algo tan insignificante. Sin embargo, nuestra sociedad se ha convertido en una sociedad altamente litigiosa. Las personas por cualquier ofensa se demandan los unos a los otros y a veces lo ven hasta como una manera de lucrarse a cuenta de los demás. Una demanda puede ser tan destructiva como un asalto. Yo he conocido de médicos que han sufrido ataques al corazón por una demanda, y escuelas privadas y religiosas que han cerrado debido al costo de tener que defenderse de demandas frívolas. Hay padres, que por un agravio imaginario están dispuestos a cerrar una escuela y quitarle oportunidades educativas a cientos de otros niños y jóvenes. Estos son casos que yo conozco personalmente. Algunos analistas han concluido que el efecto económico y social de la cantidad exagerada de demandas es uno de las causas de la gran recesión que comenzó en el 2008. Mientras que otros países se enfocan en producir ingenieros y científicos, los Estados Unido produce abogados.

Nuestra meta deber ser una sociedad pulida, donde la gente en su gran mayoría se lleve bien y se traten los unos a los otros con respeto. Para que eso sea posible hay que aprender a pasar por alto los agravios de menor importancia. Sin embargo, aquellos que están dispuestos a quitarle la vida a otra persona tienen que ser frenados drásticamente. En el caso de un crimen, nuestra misericordia debe extenderse a la víctima y a las futuras víctimas potenciales, no al criminal. La misericordia se basa en reconocer que en muchas cosas, nosotros podemos cometer los mismos errores que el que nos agravia al momento. A todos a veces se nos olvidan las cosas y cometemos errores y dejamos caer cosas. Sin embargo, nadie debe contemplar ser un criminal. Hay cosas que ningún ser humano justo debe tolerar. El Apóstol Juan dijo que hay pecados dignos de muerte y que por los que cometen tales pecados ni tan siquiera debemos orar. El apóstol dice:

"Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte." (I Juan 5:16-17).

Hay un pasaje interesante en los Proverbios que indica que a veces uno debe ignorar las necedades de los malhechores, pero a veces hay que responder a sus acciones. "Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, Para que no seas tú también como él. Responde al necio como merece su necedad, Para que no se estime sabio en su propia opinión." (Proverbios 26:4-5). El que exista un límite a la ley penal y el que sea importante la misericordia no significa que el malhechor nunca se debe castigado. Sabiduría consiste en saber cuándo se debe castigar y cuando se debe demostrar misericordia. Desviarse a un lado u otro de ese balance crea una injusticia. Un pueblo justo tendrá leyes que respeten ese balance: no será un pueblo altamente litigioso, pero tampoco dejará de castigar al verdadero criminal. Nosotros, al contrario, le damos un cantasito en la mano al los asesinos pero le quitamos casa y carro a los médicos cuando no pueden resolver problemas de salud que muchas veces son resultados de nuestros propios dañinos estilos de vida.

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